Artículo de Damián Frontera, Director de REDIT publicado en Levante EMV el domingo 21 de diciembre de 2014.
Una de las claves de la competitividad de las empresas tiene que ver con el valor de sus directivos, con que sean personas formadas, flexibles y que se rodeen de un buen equipo de colaboradores. El activo humano es fundamental en cualquier empresa, ya que no podemos olvidar que el conocimiento lo transmiten exclusivamente las personas.
A esto hemos de unir la capacidad de trabajo y de adaptación a entornos cambiantes. Es imprescindible, en los tiempos que corren, que los directivos sean capaces de provocar y dirigir los cambios, es decir, de innovar permanentemente.
Estos valores están bastante claros en las grandes compañías donde la búsqueda de talento y directivos capaces está muy interiorizada. Sin embargo, muchas pymes y especialmente las familiares, deben mejorar sus políticas de recursos humanos.
Uno de los aspectos fundamentales es no confundir la “cultura del esfuerzo” con la “cultura de trabajar de sol a sol”. Lo importante es la eficacia y estar abiertos a las fluctuaciones de trabajo. Es decir, seguir un horario pero con libertad y valorando el tiempo personal de los empleados.
El empresario o director general marca con su impronta el régimen de trabajo y tiene que ser el primero en demostrar esta filosofía en su día a día. El disfrute de tiempo de calidad fuera del horario laboral tiene, además, efectos positivos para la empresa: se abre la organización a una mayor dosis de frescura, creatividad y al despliegue de nuevas ideas.
Otro aspecto fundamental de un buen directivo es la confianza en su equipo. Debe ser capaz de rodearse de trabajadores motivados y de dar participación plena a sus colaboradores huyendo de personalismos o de suplantación de responsabilidades. La cultura de la nueva empresa se apoya en la creación de un clima comunicativo y participativo a todos los niveles. Para esto, las empresas necesitan dotarse de personas que tengan poder de decisión, pro actividad, responsabilidad y capacidad de trabajo en equipo.
Evidentemente contratar profesionales así requiere destinar importantes recursos a la gestión del talento y el personal pero, a largo plazo, la cuenta de resultados crecerá por haber apostado por un equipo que estará preparado para enfrentarse a los retos que representa la globalización.
Algunas pymes y empresas familiares ya han incorporado la filosofía de horarios y responsabilidades apuntada anteriormente. A las demás, les animo a hacerlo lo antes posible para poder integrar en su estructura a profesionales que aporten conocimiento e innovación. En la empresa, los directivos excelentes exigirán una cultura basada en lo apuntado: horarios que permitan, salvo momentos clave de verdadera necesidad, una vida equilibrada profesional, familiar, lúdica, social, deportiva y espiritual, en un clima participativo y con unas responsabilidades definidas y practicadas con rigor.